
La noche ha caído ya. Una luz artificial ilumina parcialmente la estancia otorgándole un matíz distinto a las cosas, describiéndolas a detalle. La brisa en el ambiente no puede ser otra que la de esta lugar ajeno, perdido en la memoria. Poco a poco lo iremos rescatando, sacando a flote, con cada mirada, acción y pensamiento. Este aire casí puede beberse, sabe a limpio. Sólo se alcanza a escuchar un rumor de mar y más acá, el canto de los grillos en la hierba. Te espero sin esperarte en esta silla donde se puede ver tan bien el mundo, por fín llegamos a esta noche perdida y eterna. Tú estas en la habitación contigua de esta casa toda pintada de blanco, prueba de que alguna vez se lograron las cosas. Te he seguido tanto que a veces pienso que lo he hecho toda mi vida, desde que tengo conciencia. Te he deseado tanto que la vida se me ha ido en ello. Ahora estás aqui, en la misma habitación, me sonríes sin decir nada, contemplas como yo la noche, el bienestar que quedo atrapado en la pausa de los tiempos, posas tu mano en mi hombro, todo tu cuerpo perfecto, lentamente siento el calor del fuego. Estamos los dos solos despues de mucho tiempo, lejos de todo, sabemos que este momento es un parteaguas, el vértigo antes del abismo, el principio de la vorágine, el instante que se detiene, hemos esperado tanto que ahora nos damos cuenta que no puede existir otra cosa más que esto, ¿Habrá mundo mañana, allá afuera?
Carlos Reyes López